viernes, 14 de julio de 2017


¿Cuánto valgo como profesional?


Por Marilen Stengel

¿Cómo evalúo mi propio valor como profesional? ¿Teniendo en cuenta lo que gano? ¿El lugar al que llegué profesionalmente? ¿Desde el punto de vista de mi empleabilidad? ¿Qué impacto tiene en dicha evaluación lo que yo pienso acerca de mi misma?

Lo cierto es que la primera apreciación respecto de mi valía como profesional o de mis capacidades en general soy yo misma. Cada persona es la primera que se evalúa y es a partir de esta que actuará. Y son esas acciones las que condicionarán los resultados que obtendrá en el mundo. Esto significa que si no me considero suficientemente capacitada como para desempeñar determinada tarea, así actuaré y los resultados que obtendré serán diferentes de aquellos que hubiera tenido si la percepción respecto de mis competencias hubiera sido positiva. Toda evaluación comienza conmigo y determina, en gran medida,  los resultados que obtengo en mi vida cotidiana.

Pero lo interesante es que dicha valoración es una construcción. Es decir, es un proceso que se cimenta a lo largo de la vida y tiene que ver, en principio,  con todo aquello que nos han dicho o callado respecto de nuestras capacidades. Por ejemplo si nos dijeron que éramos buenos resolviendo conflictos pero muy poco dotados para las matemáticas, o que éramos tímidos o poco sociables, o impulsivos, acabaremos creyendo, al menos hasta cierto punto, en esta mirada que nos han enseñado a tener sobre nosotros mismos. Sucede que la consideración que vamos forjando respecto de quiénes somos y qué cosas podemos o no hacer comienza, entonces, muy temprano y se ve influida por lo que nos sucede en el contexto en el que crecemos. Con los años desarrollamos una valoración que llamamos autoestima y que resulta un ingrediente importante de la inteligencia intrapersonal. Por eso, una alta autoestima será una valoración general positiva respecto de quien creo que soy y cuáles son mis capacidades y una baja autoestima será lo contrario.

Ahora bien, dado que la autoestima es una construcción,  esta puede modificarse. Una persona puede partir de una baja su autoestima, algo que suele estar asociado a sentimientos de incapacidad o inadecuación,  y luego de un trabajo interno, llegar a apreciarse con mayor justeza. Sucede que mucho de lo que mina nuestra confianza en nuestros propios recursos y capacidades tiene que ver con creencias limitantes que no son otras que aquellas que no me permiten expresar y vivir nuestro potencial. Si una persona tiende a creer que  “todos tienen más suerte que yo”, “nunca consigo lo que quiero”, “no puedo lograr lo que deseo” o “llegué a mi límite”, lo que necesita hacer es comenzar a cuestionar dichas creencias y buscar fundamentos para estos cuestionamientos. Pensar: ¿Es realmente cierto que absolutamente todo el mundo tiene más suerte que yo? Objetivamente, ¿nunca consigo lo que quiero?  Es a partir de la discusión de mis creencias limitantes que puedo comenzar a darme cuenta lo relativas que son. Y es el ejercicio de este cuestionamiento lo que me permitirá dar los primeros pasos hacia una valoración más equilibrada de quién soy cuales son mis capacidades/habilidades. A su vez, otra acción que puede permitirme relativizar mis creencias desvalorizadoras es listar los propios logros e intentar una apreciación equilibrada. Si esto último nos costara, algo que en un comienzo suele suceder, quizás sea útil compartir estas ideas con un amigo o amiga nos permita tener una mirada más ecuánime respecto de los propios logros.

Con el tiempo y con trabajo interno es posible pasar a tener creencias potenciadoras, paso que me permitirá  no solo obtener mejores resultados en el mundo objetivo sino disfrutar de una relación intrapersonal más armónica y nutricia. Algo que sin duda se traslucirá en mis acciones en el mundo.